EL RATÓN Y EL ELEFANTE
UN RATONCITO PRESUMIDO VIO PASAR UN DÍA UN ELEFANTE GIGANTE.
EL ELEFANTE LLEVABA SOBRE SU LOMO A UNA DAMA, ACOMPAÑADA POR SUS TRES TÍAS.
UNA DE LAS TÍAS TRAÍA CON ELLA UN PERRO.
OTRA DE LAS TÍAS ESTABA ACOMPAÑADA POR SU GATO.
Y LA TERCERA DE LAS TÍAS LLEVABA DE PASEO A SU LORO.
VIAJABAN TODOS SENTADOS EN CÓMODOS SILLONES DE TERCIOPELO, MIENTRAS CONVERSABAN TOMANDO EL TÉ Y ESCUCHANDO UN CONCIERTO DE PIANO.
-¡ QUÉ LENTO VAS ! - SE BURLÓ UN RATONCITO.
LA GENTE, EN LA CALLE, VEÍA PASAR AL ELEFANTE GIGANTE Y SE ADMIRABA DE SU FUERZA Y DE SU TAMAÑO, PERO EL RATONCITO INSISTÍA EN BURLARLO:
-¿ QUÉ LE VEN DE LINDO ? ES UN GRANDULÓN ARRUGADO QUE NO CABE EN NINGÚN LADO. ¿ Y TANTA TROMPA PARA QUÉ ? ¡ EL LORO HABLA MÁS QUE ÉL ! Y ESAS PATAS COMO TRONCOS...
LA GENTE NO DEJABA DE MANIFESTAR SU ASOMBRO, LO QUE ENOJÓ MÁS AL RATONCITO, QUE GRITÓ CON SOBERBIA:
- NOSOTROS, LOS RATONES, NO TENEMOS NADA QUE ENVIDIARLES A USTEDES, LOS ELEFANTES. SOMOS ÁGILES, LIVIANOS Y ASTUTOS. SEGURO QUE AUNQUE LOS ELEFANTES ASUSTEN A LOS NIÑOS CON SU GRAN TAMAÑO, NO PUEDEN ASUSTAR A LOS MAYORES TANTO COMO NOSOTROS CUANDO NOS ENCUENTRAN EN UNA ALACENA. Y CASI LLEGARÍA A ASEGURAR QUE LOS RATONES SOMOS MÁS IMPORTANTES QUE LOS ELEFANTES...
ASÍ SEGUÍA HABLANDO EL RATÓN.
Y MUCHO MÁS TIEMPO HUBIERA CONTINUADO, DE NO SER POR EL GATO DE LA TÍA QUE, AL OÍR AL RATÓN, CON GRAN SIGILO SALTÓ SOBRE ÉL Y DE UN ZARPAZO, EN UN INSTANTE, LE DEMOSTRÓ QUE EL RATÓN Y EL ELEFANTE SON MUY DIFERENTES.
JEAN de LA FONTAINE